Colaboración bilateral desde 1958
El presidente Adolfo López Mateos propuso por primera vez en 1958 una colaboración entre su gobierno y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos para espiar las embajadas de Cuba y la Unión Soviética en la Ciudad de México. De acuerdo con documentos recién desclasificados por el gobierno estadounidense, sucesivos gobiernos mexicanos continuaron con estas operaciones de vigilancia hasta al menos 1994.
La información forma parte de un conjunto de 80 mil páginas de archivos secretos de la CIA publicados por orden del expresidente Donald Trump como parte de la desclasificación de documentos vinculados al asesinato de John F. Kennedy. El análisis fue realizado por Claire Dorfman, investigadora del National Security Archive, una organización independiente dedicada a estudiar la política exterior de Estados Unidos.
Espionaje técnico y vigilancia conjunta
Los documentos revelan que México no sólo fue un receptor pasivo de inteligencia, sino un colaborador activo. Las operaciones conjuntas incluyeron intervenciones telefónicas (TelTap), vigilancia fotográfica y el uso de agentes dobles. La CIA calificó esta misión como uno de sus programas de recolección técnica más extensos y costosos.
Uno de los focos principales fue el monitoreo de Lee Harvey Oswald, presunto asesino de Kennedy, durante su estadía en México semanas antes del magnicidio. Las embajadas de Cuba y la URSS eran puntos clave para el seguimiento de sus movimientos.
Vigilancia hasta 1994
Un documento fechado en 1994 confirma que las operaciones TelTap contra las embajadas rusa y cubana seguían activas ese año. Aunque no se señala su final, esta fecha es el último registro oficial disponible, por lo que no se descarta que las actividades hayan continuado posteriormente.
Espionaje a figuras de izquierda y estudiantes
Además de vigilar a diplomáticos extranjeros, la CIA y el gobierno mexicano también espiaron a figuras de la izquierda nacional, como el expresidente Lázaro Cárdenas, el muralista David Alfaro Siqueiros, y al expresidente guatemalteco exiliado Juan José Arévalo. El espionaje se extendía a refugiados, jóvenes estudiantes y agrupaciones políticas consideradas subversivas.
Se ordenó infiltrar escuelas clave y reclutar estudiantes para obtener información sobre movimientos de izquierda.
Intelectuales mexicanos como blancos involuntarios
Un programa de nombre clave LIANCHOR permitió a la CIA reclutar de manera encubierta a escritores e intelectuales mexicanos para redactar artículos distribuidos en América Latina. Los textos servían para medir el sentimiento ideológico de la región. Entre los autores que participaron sin saberlo se encontraban Ricardo Garibay, Manuel Carballido, Alicia Reyes y Francisco Zendejas.
La revista Diálogos también fue infiltrada por un agente de la CIA que fungía como codirector, entregando información sobre los intelectuales que colaboraban en la publicación.
Acceso directo a información del gobierno mexicano
Los archivos también documentan que la CIA tenía contactos dentro de la oficina presidencial mexicana y la Secretaría de Relaciones Exteriores, con el objetivo de vigilar las actividades internacionales del país y detectar cualquier movimiento considerado antiestadunidense o ultranacionalista.
Advertencias sobre los documentos
Exfuncionarios y analistas de inteligencia estadounidenses citados por La Jornada advierten que los documentos deben leerse con cautela, ya que provienen de agencias cuya labor incluye la desinformación y el encubrimiento. Sin embargo, los archivos ofrecen una mirada reveladora sobre el alcance de la cooperación secreta entre México y Estados Unidos durante la Guerra Fría.